Traición y vacío
Perdida en alguna esquina, enredada en silencios, yo fui apenas una sombra encogida. A pesar del horror, no podíamos dejar de mirarnos.
El vacío fue nuestro cobijo. Cuando todo ha sido horadado, la herida es como una madre sabia que nos ilumina y nos guía.
Pero ahora, cuando creímos que ya todo había transcurrido, descubrimos distancias que no sabemos llenar. La carne arrancada no regenera.
Ten piedad le imploramos cuerpo y yo, abrazadas, al vacío. Pero nuestra madre, la herida que nos parió, apenas nos mira y sonríe, triste.
Sólo sabe sangrar.