lunes, julio 31, 2006

Traición y vacío

Abandoné a cuerpo en la furia de un predador. Mientras era despedazado, cuerpo me miraba con sus grandes ojos tristes y me tendía la mano. Ten piedad murmuraba dulce, no a los colmillos insaciables, no al pelaje hirsuto y áspero. Ten piedad murmuraba con su pequeña esperanza puesta en mí.

Perdida en alguna esquina, enredada en silencios, yo fui apenas una sombra encogida. A pesar del horror, no podíamos dejar de mirarnos.

El vacío fue nuestro cobijo. Cuando todo ha sido horadado, la herida es como una madre sabia que nos ilumina y nos guía.

Pero ahora, cuando creímos que ya todo había transcurrido, descubrimos distancias que no sabemos llenar. La carne arrancada no regenera.

Ten piedad le imploramos cuerpo y yo, abrazadas, al vacío. Pero nuestra madre, la herida que nos parió, apenas nos mira y sonríe, triste.

Sólo sabe sangrar.

viernes, julio 28, 2006

Pornografía

Una vez yo fui una foto con babas. Esas fotos de chicas en bikini, que los camioneros untan con saliva, y el bikini desaparece. Quedan pechos y sexo desnudos, ofrecidos bajo el sol polvoriento de algún camino. La excusa para masturbarse.

Yo fui una de ésas para su hambre. Un silencio atravesado bajo su olor y su peso. En mis uñas, la rabia de todas las perras fermentándose. Un sudor picante y ajeno, como mi cuerpo, adentrándose en la memoria, anudándose a mis cabellos.

Habrá pensado que a dentelladas podría poseerme.

Muchas palabras, muchos éxodos para huir de aquella saliva. Tanto aullar. Tanto miedo.

Pero aún así, las marcas persisten: hay noches que nunca terminan.

lunes, julio 24, 2006

La riada

Nosotras nos derramamos en los hijos, cuerpos de otro que brotan de una.

Los niños que parimos vienen de un agua dulce como laguna, que nosotras las mujeres tenemos bajo el ombligo.

Cuando la gente nueva está lista, esa agua roba el cuerpo y hace olas dentro.

Yo vi esas olas: redondas, inmensas en mi panza. Primero, el flujo se retiraba hacia arriba, bajo mis pechos, una llenura de alevines y nutrias; luego, al instante, empujaba hacia abajo, como un turbión que se encabrita y sacude. Yo tuve ese ímpetu desbocado contenido en mi cuerpo, anegando mi voz, tomando mi carne y estrellándola contra las paredes hasta que se apartaran y renunciaran a ser paredes. Mordisqueando mis huesos hasta que mis huesos aullaran, y abiertas sus bocas, dejaran pasar.

Salieron entonces las aguas. En medio de ellas mi niña, que nació como pez: mojada y desnuda. Surgida en el agua instintiva y terca que aún ahora guarda, como si fuera luna, redondo el ombligo.

jueves, julio 20, 2006

Deseante

Los hombres que amé han sido todos apasionados.

Me embrujan de ellos sus pequeños días de gigante. La ternura de quien todavía cree en amazonas invencibles, cabalgando las palabras del delirio.

Yo, que he descorrido la decencia para ofrecer al sol mis sábanas, los miro deseante, intuyo sus cuerpos, olfateo sus pescuezos ofrecidos.

Antes de alejarnos, los reconozco y me digo: compartimos una misma sangre, nosotros, los hijos del abismo.

martes, julio 18, 2006

Azoro

Existe un modo de ser que yo no conocía, dulce y feroz como el bosque.

Un tigre amarillo al acecho, que de repente ataca y destroza.
Un hormiguero gigantesco, pleno de túneles, larvas y reinas.
Un pez desnudo que se entrega al río, y lo contagia y lo trasmuta.
Una lluvia abundante y certera, que arrastra la tierra y la empreña.

De raíces y cópula:
un hombre bosque.

sábado, julio 15, 2006

qué contar

algún día contaré
de alguna luna (llena)
en el paraíso de los encuentros
en la ciudad de las noches felices

pero hoy
espacio de lluvia y niebla
apenas deseo
cerrar los ojos y cubrir
de silencio
el abrazo de algún hombre
que supo ser amable
y (también)
partir

lunes, julio 10, 2006

Magaly

Magaly tenía once años cuando quedó embarazada. Solíamos jugar juntas, deslizándonos por enormes montañas de pepitas de algodón. Ella era hija del sereno, Magaly. Yo era hija del capataz. El padre de Magaly se llamaba Víctor y era alcohólico. La encerró una tarde en algún cuartucho de su casa, y la golpeó hasta cansarse para que dijera quién era el padre.
Pero Magaly no abrió la boca.
Entonces, cuando le empezó a crecer la panza, dejaron de llamarla por su nombre y empezaron a decirle doña.
Doña Magaly era un año menor que yo, y de pronto dejó de salir a festejar su cuerpo con nosotras, olorosas de pepitas de algodón.

viernes, julio 07, 2006

El muro

No puedo seguir.

Es denso el silencio.
Ya están mis uñas
quebradas.

No hay nada
(sólo nada)
detrás de la muralla.

Rasguño
un adiós
(sencillo)
lacerado
de cal.

miércoles, julio 05, 2006

su cuerpo

su cuerpo de raíces
y yo
que soy
tan tierra