martes, octubre 31, 2006

Ardor ingenuo

¿Que tenía en la boca una historia de amor perfecto?
¿Que se interesó por vos y tus miedos?
¿Que te recibió con los pies desnudos y tenía los dedos luminosos y livianos?
¿Que al abrazarte ronroneaba como un gato?

Eso no es amor.

(Un traidor calienta músculos antes de cercenar el cuerpo florecido.)

Es apenas ejercicio.

lunes, octubre 30, 2006

04:15 a.m.

tantas palabras

y yo seguía sola

sábado, octubre 28, 2006

Referencia

martes, octubre 24, 2006

Santa Cruz como una boda

Este artículo fue publicado en el suplemento Brújula de El Deber hace algunos meses, pero me parece que la discusión que plantea sigue siendo no sólo pertinente, sino también necesaria.
Se los ofrezco con cariño y agradecimiento.

Santa Cruz como una boda
Un cuarto oscuro. Paredes forradas de negro. En el centro, un torbellino de tul arrastra y eleva todo: los azahares de la novia, la torta inmaculada, algún calzón de encajes... todo se lo lleva el viento, entre delicadezas bordadas y detalles perfectos.

La Manzana 1, a un costado de nuestra Plaza remozada, despierta curiosidades: es Historias de Bodas, la exposición de Quito Velasco, que instaló en aquella galería fotos antiguas y recientes, cristales colgantes y novias vírgenes, testimonio de su trabajo como decorador de fiestas nupciales.

“Es una de las exposiciones que más gente está atrayendo”, me confía Valia Carvalho antes de llegar. Lo primero que veo, es un maniquí que entremezcladas con la falda de su traje, lleva hojas y más hojas: son los dibujos de los diseñadores de su vestido, la lista de platos que serán servidos durante la noche inolvidable, los nombres de los pretendientes. Se me ocurre entonces que debe ser lenta y tortuosa la marcha de la novia que cargue con todos aquellos planes, detalles y decisiones por entre el vestido.

Pero estamos en Santa Cruz, donde las páginas de los suplementos sociales pueden decidir la suerte de los periódicos. En Santa Cruz, ciudad de reinas y palmeras. De festivales artísticos y vientos lujuriosos. De inundaciones y juventudes borrachas bloqueando avenidas.

Aquí en Santa Cruz, no son dos señores de terno quienes reinventan la ciudad, recordando tranvías y poetas. Aquí en Santa Cruz, cada quien reinventa la ciudad desde su propio desparpajo, como diría Giovanna Rivero.

Después del desparpajo de Juan Bustillos que encerró a nuestra ciudad en el vientre de una vaca de hierro y a la quimera cruceña en las cuencas delirantes de un quijote demasiado conmovedor, vino este señor, Quito Velasco, a contarnos historias de bodas.

La fiesta como el espacio donde se construye la identidad. La fiesta como el momento extra cotidiano donde expresamos aquello que deseamos ser, las dimensiones a partir de las cuales mediremos luego nuestra felicidad.

Es fácil decir que todo aquello es una banalidad. Que es inmoral derrochar tanto dinero en una noche. No les quito razón, pero hay otra forma de leer las convenciones sociales que nos llevan a valorar de manera tan desenfrenada el poco tiempo existente entre el principio de la fiesta de bodas y su final.

Porque Santa Cruz es la ciudad de los excesos. No puede ser sencillo; debe ser grande, desafiante, fastuoso (ya sea que hablemos de nalgas, de autos o de bodas). Pero del apego al exceso puede surgir también el inconformismo. Aquella extraña energía que provoca no sólo renegar del presente, sino también atreverse a desear. El deseo como fuerza motora que desata capacidades, sacrificios y enconos. El deseo como la base sobre la cual construimos la confianza en el futuro: extraño espíritu que persiste en la entraña de la ciudad, y que contagia a quienes llegan con la esperanza de vivir mejor aquí que en cualquier otro lugar de Bolivia.

Es necesario tener confianza en el futuro para embarcarse en la fiesta y en el matrimonio.

Y es que en Santa Cruz lo viejo no existe. A lo mucho recordamos con nostalgia la Santa Cruz de hace unos cincuenta años, cuando nadie tenía papeles de propiedad de casas y tierras, y pare de contar. Pareciera ésta una ciudad que no reverencia la hidalguía del tiempo. Valen la pena entonces las pocas horas vividas en el lujo y la belleza de la fiesta.

Porque sí flota en el aire la añoranza del pasado, pero puede más el orgullo del presente. ‘Arriba cruceños, hagamos historia’, como si la historia estuviera adelante, y no detrás. Otra vez el desparpajo, el atrevimiento. ¿Y por qué no? Hay que ser atrevido para ser feliz. Buscar el brillo, avanzar orgulloso, como el novio entrando a la iglesia, confiando que va a llegar a tiempo aquella mujer nívea a casarse con él.

El viento se lleva todo y esta ciudad apenas se da cuenta. No le importa, porque ya ha olvidado lo que se llevó el viento ayer, y está ocupada construyendo lo que se llevará el viento mañana.

No por nada nos asomamos todos a lo de Quito. Novia Santa Cruz, que llega a su boda arrastrando aquella falda pesada de proyectos, deseos y decorados, dispuesta a seguir adelante, siempre adelante, como si más allá le estuviera esperando, como un novio, la felicidad.

domingo, octubre 22, 2006

Humo

Seguramente más allá, donde mis ojos no ven,
habrá alguien que
mirándome
sonría con ternura, y piense que tenemos cosas
en común.

Pero yo siento que voy
sola
(llegué tarde, quizá).

No tengo manada.

Transito, y voy deponiendo
vaciando
traicionando
cariños y lealtades

(hasta los héroes se debilitan
y caen).

Nada persiste:
en mis manos todo se esfuma.

miércoles, octubre 18, 2006

Final de historia

El círculo se ha cerrado, querido. Adentro hemos quedado, prendidos, yo y tu silencio. Hay ríos de agua dulce que jamás lamerán nuestros cuerpos.

Entiende, querido, que los flujos también lloran y extrañan. Hubo en algún momento un murmullo de voces (las nuestras) que nos podrían haber cobijado de las esquinas y los cuchillos.

Pero ya bebí el veneno.

Ahora cargo
sólo piedras dentro.

domingo, octubre 08, 2006

el félix

son capaces todavía mis manos de hacerme las trenzas abrir la puerta rozar mis labios lo áspero lo seco mis manos sujetándome el corazón no llores no llores nadie no hay tiempo no hay no hay su cuerpo espalda ancha olor de azufre a la noche sobre mi almohada no hay su cuerpo mi cuerpo los niños preguntan temen lloran miran por la ventana salgo a buscarlo buscar un cuerpo no hay tiempo somos tantas

buscando

las manos sus manos tocaban mis senos manos de piedra en mi seno dónde está por dios entre las piedras saber que ya no vendrá salir a buscarlo mis niños por la ventana el tío callado su rostro silente la coca no alcanza no me alcanza sin cuerpo manos de piedra estará borracho suplico que esté borracho tirado en alguna calle por lo menos eso que sea el alcohol que esté que esté

todavía

el mundo se estremece dios nos grita en las orejas sujeten manos este pecho la sangre será ésta su sangre no llores mis pies caminando mis pies con miedo de irse dónde viviremos qué comeremos con qué pagaremos el fideo la grasa los lápices de qué de dónde de quién de nadie no alcanza buscarlo no alcanza encontrarlo no alcanza no te salgas corazón quédate

mudo

buscamos su cuerpo félix condori por favor doctor la lista félix condori sí condori ¿hay uno? cómo puede ser éste uno mi cuerpo azufre en mi almohada la noche que salió al rené le dio fiebre será éste lo huelo lo olfateo tras sus orejas es éste diciendo es éste el felix corazón no te salgas el mundo nos expulsa está silente el tío el félix la tierra la roca ya no nos quiere nos expulsa pum en nuestros ojos

pum

pedacitos del techo sobre mi cabeza me escondo se cae el techo gritan (pero mis niños) se cae el techo mis niños por la ventana quieren mirarme volver pum y gritan somos tantas buscando un cuerpo nuestro cuerpo aquí está el mío doña santusa encontré mi cuerpo doña santusa de dónde el fideo la grasa los lápices de dónde mierda quién me puede decir de dónde si éste era mi cuerpo pum pum el techo en mi cabeza que venga la muerte de dónde mierda pum ven desgraciada pum yo te voy a enseñar manos de piedra pum serán mis manos pum ya basta y el corazón hediendo de mina pum apestoso de azufre pum si mi cuerpo no se levanta pum me levantaré yo pum yo también sé mierda pum mierda yo también sé aguantar aguantaré la vida lo sucesivo de dónde los lápices y lloro la grasa lloro de dónde los niños somos tantas pum ha muerto todo pero el mañana sigue (félix) con su boca abierta doña santusa desorbitados sus ojos

¿ya lo encontró?

jueves, octubre 05, 2006

El flujo

Estábamos jugando a las muñecas, y mi hermana dijo ‘voy al baño’. No volvió jamás la misma. Un grito ciego y cuando quise acudir, Esther, la mayor de las tres, había cerrado la puerta tras de sí. Vi cuando salieron, mi hermana llorando, y Esther llevándola de la mano a otra pieza. Atrancadas otra vez. ¡Quiero ver! Me acerco despacio a esa frontera que antes no había entre nosotras dos. Apego mi oído a la cerradura. Entonces escucho: mujer, bebés, un como nido en tu cuerpo, el nido que debe salir cuando no hay un hombre hermoso que te fecunde, antes no hubieras podido. Yo habitaba todavía ese antes que mi hermana había abandonado para siempre. Teóricamente yo aún podía amar al hombre hermoso sin que se me note.

Después fueron comunes aquellas bolsitas en el baño, sobre el tanque del agua. El objeto de mi deseo estaba dentro: láminas blancas de algodón que yo ansiaba trasminar con mi cuerpo hecho nido. Esas bolsitas decían cosas: cómo asegurar aquella lengua suave en las bombachas, cuántos tipos de flujo existen, los mecanismos fascinantes (canales, hipoalergénicos, absorbentes) que encierran invisibles. Me fascinaba leer las bolsitas, una y otra vez, convocando al milagro para que suceda también conmigo.

Cuando por fin pasó, tampoco pude saciarme: unas cuantas gotitas irregulares e inconstantes. Yo deseaba la exageración de mi cuerpo plasmada en el desborde profético de la predicción científica.

Tampoco tuve el grito ni la complicidad del secreto de las iniciadas. Nadie se perturbó cuando sucedió aquello conmigo. Ni siquiera yo, decepcionada por la insignificancia de mi tesoro carmesí.


No había sido ese instante el que me haría mujer. No acontecía como magia repentina la completitud. El círculo ocurriría muchos años después, cuando desterrada, decidí juntar yo misma los huesos y esta vez sí: proferir adolorida y sangrante aquél alarido ciego de la primera vez.

miércoles, octubre 04, 2006

Gata

Gata otra vez. Las gitanas de las panderetas husmean el viento y suspiran sin nostalgia (comen de la mano pero persisten en sus cantos de bruja). Al atardecer anudarán el ancho ruedo de sus faldas, muslos de bruma, y se inclinarán para desarmar sus carpas.

¿Sabrá el dueño de estas tierras que los colores también tienen pies, y que se marchan?

Terminará la gata de lamerse el vientre, ahíta de sueño y de almohada caliente, y aguzará otra vez el olfato y las letras. Trepará otros muros, otras enredaderas. Buscará cansada un tejado más amable, que sin dejar de ser rojo, la proteja de tanta tormenta.

lunes, octubre 02, 2006

cuerpo niño

cuerpo niño, aquí estoy
seremos dos
siempre

cuerpo quieto
lavaré tus brazos
vacíos
cuerpo solo
yo
aliviaré tus pies
de no encontrar
postergaré tu hambre
serás primor y nido
en mi lengua
cuidaré de ti

(he vuelto)

querido triste:
estoy yo
estoy yo