Miércoles 21
Hoy en la tarde recibí un comentario anónimo en mi bitácora. Por la mañana había recibido otro, quizá más sucio, más pendenciero que este último; no le había dado importancia: tenía tantas pequeñas cosas para resolver. Pero en la tarde, casi al final, me llegó el segundo. Quizá hasta sean de la misma persona. Esa presencia oscura y reprobatoria me retrotrajo al mal olor del primero. De repente fue como si tuviera esos dos escupitajos juntos, coincidentes delante de mí.
Me sentí demasiado vulnerable. Como si este decir, este declarar, me pusiera en manos desconocidas, unas manos de uñas largas y sucias, que todo lo rayan, que todo lo desgarran y corrompen.
Hay un rencor, una especie de despecho en los anónimos. Un hambre de ser querido. Envidia y ansia por ver caído al supuesto oponente, para que desde el suelo vuelque la mirada hacia el rostro oscuro y esté dispuesto a dejarse abrazar.
Desde hace algunas semanas, por este y otros motivos, vengo pensando en silenciar por un tiempo este espacio. No suprimirlo ni desaparecerlo, porque sería como intentar atrapar y tragar, meter dentro, lo que una ya ha dicho. Recoger los días. Desandar los pasos.
Pero sí descansar. Avisar que una estará ausente y olvidarme algunas semanas de Inútil Ardor.
Ignorar el comentario cobarde que no necesito conocer.
Quizá finalmente me decida y pida un ‘comper’ con ustedes.
Siento que me interno descalza al mar. Quizá sea el momento de guardar silencio y volver a la soledad de los apuntes a mano.
No espero comentarios a este texto. No busco solidaridad ni complacencia. Tampoco es una despedida. Pero si me ausento, no se extrañen. Estaré calma: soy bien amada. Cuidan bien de mí.
Me sentí demasiado vulnerable. Como si este decir, este declarar, me pusiera en manos desconocidas, unas manos de uñas largas y sucias, que todo lo rayan, que todo lo desgarran y corrompen.
Hay un rencor, una especie de despecho en los anónimos. Un hambre de ser querido. Envidia y ansia por ver caído al supuesto oponente, para que desde el suelo vuelque la mirada hacia el rostro oscuro y esté dispuesto a dejarse abrazar.
Desde hace algunas semanas, por este y otros motivos, vengo pensando en silenciar por un tiempo este espacio. No suprimirlo ni desaparecerlo, porque sería como intentar atrapar y tragar, meter dentro, lo que una ya ha dicho. Recoger los días. Desandar los pasos.
Pero sí descansar. Avisar que una estará ausente y olvidarme algunas semanas de Inútil Ardor.
Ignorar el comentario cobarde que no necesito conocer.
Quizá finalmente me decida y pida un ‘comper’ con ustedes.
Siento que me interno descalza al mar. Quizá sea el momento de guardar silencio y volver a la soledad de los apuntes a mano.
No espero comentarios a este texto. No busco solidaridad ni complacencia. Tampoco es una despedida. Pero si me ausento, no se extrañen. Estaré calma: soy bien amada. Cuidan bien de mí.