viernes, agosto 24, 2007

La piedra

Una piedra fría y enorme entre el pecho y el vientre. Enamorada del río, me lanzo al agua y la piedra me traiciona. Quiso llevarme el río y era yo apenas una mujer muda, con un ancla pétrea dentro.

El río transparente, el río transparente, el agua clara, el agua clara, sus ojos su piel de agua, es buena el agua y ahoga, es buena buena el agua y mi piedra que pesa, seca y dura.

¿Era yo también río? (¿sabes curar? me pide él, y yo no sé cómo) ¿acaso no puedo yo sanarlo? Podría, claro, partiéndome, carne indefensa, desembarazar lo muerto y dejarlo vencido en el fango del fondo, abandonado lo que persiste muerto en mí.

Bien querida podría ser del río, y el río pasa.

Mujer muda se hunde y se ahoga.

martes, agosto 07, 2007

De Yasudé Picanerai

Desde mi temprana edad me llamaban Yodi Picanerai. Recién cuando me junté con mi mujer y tuve mi primer hijo llamado Yasui, de ahí me han cambiado mi nombre y me llaman 'Yasudé', que quiere decir 'Padre de Yasui'.

En 'Nómadas de las llanuras, nómadas del asfalto. Autobiografía del pueblo ayoreo'; Riester y Weber, 1998.

viernes, agosto 03, 2007

todo

que lo escriba todo, me dice, que guarde un registro de los días, de lo que pasa en los días. que transforme en letras, estos pequeños dibujos que la gente entiende, los sucesos que van poblando las horas (puede ser verdad, que el olvido sea la muerte). para después comparar tu estar de hoy con tu haber sido ayer. guardar esos insignificantes pedazos, como sacando fotos de la parada del micro, de los platos sucios, del dinero que le pago al dentista (y no me da factura), de las medias impares de natalia (natalia descalza persiste desafiante, aunque tiemble). escribirlo todo, dice. pero yo sé que ahí me encontraría el abismo. yo sé que al abismo me lanzaría una noche cualquier noche. y sería oscuro y vasto y profundo el abismo. y en el fondo del abismo estaría él. y nos encontraríamos por una única vez y recordaríamos de repente de cuando éramos el mismo. y nos consumiríamos ambos, condenados a ser dos deseantes de ser uno y siempre. habiéndonos devorado, carbonizados ambos, quién podría decir quién es quién ¿y acaso tiene días y letras la muerte? y luego, cómo se cuenta, cómo se escribe la muerte.

miércoles, agosto 01, 2007

Razones

Ha llegado el silencio hasta mi boca, y no termina de pasar. Así, cuando el hombre me habla, cuando me cuenta sus cosas y me dice sus días, lo escucho y nada digo. No digo por ejemplo del joven que vi hoy en el mercado y que parecía enfermo, y que poco más tarde vi tirado en la acera, recostada sobre el dintel su cabeza durmiendo. No digo que después hubo otro alguien que vino a hurgarle sus bolsillos, y que había harta gente en el mercado, que el sol calentaba luminoso nuestras cabezas, pero que nadie hizo nada, y aquél le robó sus cosas al primero. No le hablo de la noche, clara y transparente como un vidrio, ni del perro que acaricié ayer y sentí ternura mientras lo acariciaba, ni de Ernesto y su pie tocándolo yo, como me dijo el hombre que lo haga (Ernesto cojea, y dice el hombre que sobando su tobillo yo lo puedo sanar). Está llena mi boca de silencio, vaciado de palabras mi pasar.