sábado, mayo 30, 2009

Misterioso mecanismo (2)

misterioso mecanismo:
bici feliz en Santa Cruz

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jueves, mayo 28, 2009

Misterioso mecanismo

En Santa Cruz soy feliz en bici.

sábado, mayo 23, 2009

El perrito manso

Era un perrito muy manso y tranquilo que caminaba por un cerro en busca de una palabra para alimentarse. El pobre perrito buscó y rebuscó tanto su palabra, que llegó hasta El Alto montado en un burro feo que había encontrado por ahí. El pobre tocaba cada puerta para pedir ayuda, hasta que de una puerta muy elegante salió un gringo que le dijo que no se preocupara, que él iba a llevarlo en su auto a recorrer el mundo hasta que encontrase su palabra; y que si eso no funcionaba, iba a leerle todo el diccionario completo. Entonces el perrito empezó a saltar de felicidad, porque sin querer el gringo había dicho su palabra: auto. Así que fue al garaje y se comió el auto del gringo.

Kattia Calero, 16 años
En "La puerta del sol", El aprendiz de brujo, 2000.

miércoles, mayo 20, 2009

un gusano

había una nada como un gusano en su refrigerador
desde hacía días
incisivo entre las verduras en la mayonesa entre los tomates
cómo se impide la nada con los dedos ateridos

la nada se comía el refrigerador

todo podrido
marchito resba-
loso
arrancar lo muerto
pero lo muerto
se deshacía en sus dedos congelados
y el gusano mudo se deslizaba bajo sus uñas

la nada se comía

desde hacía días

sus dedos casi

martes, mayo 19, 2009

entonces al final

era como si de repente se hubiera hundido en el agua
podía ver ella las burbujas que habían salido de su nariz pegarse a la piel de sus manos y un rayo de luz bajando recto contra su cuerpo
entonces como desde el otro lado del océano llegaba alguien también hundido en el agua esa misma agua pero del otro lado manoteando y abría la boca y movía los labios y escuchaba ella un parloteo bobo sin kas sin eles sin ces sin vocales
casi
desde el otro lado en aquella agua densa hundido ese alguien los cabellos disparados hacia arriba flotando como jalando hacia el aire manoteando el cuerpo para no terminar de vencerse en el fondo
diciéndole algo
a ella pero ella no podía entender a través del agua espesa que lamía todo que llenaba todo
no quería hundirse
no quería hundirse
era el tiempo denso pesado como un océano que la traspasaba
no quería hundirse
pero sabía
que pronto se acabarían las burbujas
que salían de su boca
que sus brazos quedarían exánimes torpes silentes
que no podría retener el agua fuera
de sí

y entonces al final
el parloteo bobo de enfrente
el rayo de luz sin el cuerpo suyo en contra

jueves, mayo 14, 2009

La opción

Ir en bici todavía es una opción, no una costumbre. Ayer desperté desanimada de la opción. Pero después de la ducha, la bici fue casi un deseo, y pude ir.

martes, mayo 05, 2009

La llaga

Ese domingo que volvimos a casa, la bomba ya había comenzado a explotar. Nunca pensamos que sería tan pronto, tan cerca. Abismados, padre y yo caminamos todo el alrededor de la herida, asomándonos desde los bordes a su fondo. Los planificadores habían puesto una malla más grande que nosotros rodeando el daño.

Como cuando algo sorprendente y repentino te sucede, también esto lo viviríamos lentamente, sintiendo cada quebrarse cada silencio bajo el sol despiadado o en la noche silente.

Un gran monstruo había sido concebido en el mismo frente de nuestra casa, a unos metros de mi ventana. Ese domingo al volver a casa, cuando descubrimos la llaga, también algo fue arrasado de nosotros.

Madre hizo un té para despedirse de doña Maruja y de la Carlota, porque según dijo ya no cruzarían la calle para prestarse una tacita de azúcar, una cucharadita de aceite nomás, por favor vecina. Padre en cambio no pudo despedirse del paraíso: ya lo habían cortado, tumbado, arrancado y retirado el domingo que llegamos. Nuestra acera yacía interrumpida y rota, inútil bajo los montones de tierra que la explosión había acumulado.

Días, semanas, meses, y aquello comenzó a rezumar otras cosas. Vigas de madera, tractores, pilastras, columnas de hierro como esqueletos vivientes que crecen y se reproducen amenazantes, y después los cubren los tapan y una piensa que ya no están.

Pero la detonación seguía. Luego los obreros con sus ojos tristes y su platito de almuerzo esperando el sábado la paga por alimentar al gigante. Desde mi ventana podía ver el lento morirse de lo que antes había estado vivo y cambiante.

Cuando hasta las últimas esquirlas fueron acomodadas, quitaron las mallas, se llevaron a los obreros, recogieron las vigas, los clavos, las máquinas.

Ya podían pasar arrolladores veloces los autos remontando aquella mole de cemento o hundiéndose en el hueco estéril de su panza. Padre parchó un remedo de acera junto a los fierros que plantaron al borde de la herida, y los hijos de la Carlota crecieron del otro lado lejanos y desconocidos.

Junto a mi ventana, una boca negra había sido abierta, y su blasfemia rugía todo el tiempo en el patio en mi habitación en el centro mismo de mi cama para siempre.