miércoles, julio 16, 2014

(para Ricardo)

no hay afuera (no hay adentro)
sólo el mundo:
todo está perdido

jueves, julio 10, 2014

Las muertes

Iba en bicicleta y encontré un pájaro muerto contra el pretil de la acera. No lo toqué, pero me detuve y pude mirar escrupulosa todos los detalles: las alas deformes, las plumas rotas, los monstruosos despojos. Era obvio que algún auto lo había golpeado. Un pájaro muerto es un amasijo inútil y desordenado.
Después, en su pequeño cuarto, se lo conté. Por la puerta que daba al polvo de los autos en la calle, habían entrado las moscas, y hacían círculos sobre la cocina.
Siempre había algo para contar en la cama, mientras leíamos sus libros. Aquella habitación miserable encerraba universos que nacían y morían, estrellas luminosas, todo el tiempo. Después, en algún momento, él me pediría que cuando muriese, yo le envuelva el cuerpo tieso y desnudo en una sábana y que así lo sepulte, arropado en la tierra.
Meses después, jadeantes, nos separamos. En el amor, las dentelladas suelen ser profundas y certeras. Ahora y de lejos, todo eso está roto, como aquel pájaro.
Ya en ese tiempo, la gente que pasaba rauda en sus autos, al mirar en ese interior oscuro, apenas nos habrá vislumbrado como un cuerpo deforme y desordenado. Un algo, reventado contra el pretil de la acera.