Noelia contra las pesadillas
No es negra, sino más bien blanca. Yo lo sé porque la vi cuando vino a llevarse a Noelia. Se la estaba alzando de la cama, para llevar su almita pequeña, y yo la toqué. Ella giró asustada. Sus ojos amarillos, su piel transparente.
¿Qué buscas? me dijo. Es mi hermana, se llama Noelia, le respondí. Primero no supo qué decirme, y tuvo que pensar un ratito. Después: ya lo sé, me dijo sonriendo. Mi mamá se va a poner muy triste. Entonces ella olvidó un momento el llantito quedo de Noelia, y se concentró en mí.
Ya van semanas que voy sintiendo un aliento helado por las noches, me dijo. No puedo dormir. Apenas cierro los ojos, unos pájaros negros vuelan sobre mi cama, y tienen dientes en sus picos, que son picos de matar. Tengo que llevármela, sé que cuando duerma a su lado volverá el calor y el buen sueño. Te prometo que no la voy a lastimar.
Mi mamá se va a poner muy triste, repetí, sin mucha convicción. Es verdad, me dijo. Yo no puedo cambiar eso. Debo llevármela. Los pájaros negros quieren devorarme, y sólo Noelia los puede ahuyentar.
No quiero morir, me dijo, triste, desde sus ojos amarillos.
Yo no supe qué más decirle. Chau, me dijo, y me besó la frente. Entonces volvió sobre Noelia, encerró su aliento con un movimiento rápido de sus manos, y levantó su almita, la fue jalando, jalando despacito, hasta que Noelia dejó de respirar. Ya no se escuchaba su llanto suave.
Entonces, con su almita entre los brazos, me miró. Perdóname, me dijo, yo soy así. Y se fue.
Mamá lloró mucho, mucho mucho. Después los años fueron borrando de a poco su dolor.
La muerte es así, blanca y miedosa. Cuando tiene pesadillas, se lleva un niño. Pero es buena, a mí me besó en la frente, y me pidió disculpas. Mi mami siempre dice que para ser angelito hay que aprender a pedir perdón.
¿Qué buscas? me dijo. Es mi hermana, se llama Noelia, le respondí. Primero no supo qué decirme, y tuvo que pensar un ratito. Después: ya lo sé, me dijo sonriendo. Mi mamá se va a poner muy triste. Entonces ella olvidó un momento el llantito quedo de Noelia, y se concentró en mí.
Ya van semanas que voy sintiendo un aliento helado por las noches, me dijo. No puedo dormir. Apenas cierro los ojos, unos pájaros negros vuelan sobre mi cama, y tienen dientes en sus picos, que son picos de matar. Tengo que llevármela, sé que cuando duerma a su lado volverá el calor y el buen sueño. Te prometo que no la voy a lastimar.
Mi mamá se va a poner muy triste, repetí, sin mucha convicción. Es verdad, me dijo. Yo no puedo cambiar eso. Debo llevármela. Los pájaros negros quieren devorarme, y sólo Noelia los puede ahuyentar.
No quiero morir, me dijo, triste, desde sus ojos amarillos.
Yo no supe qué más decirle. Chau, me dijo, y me besó la frente. Entonces volvió sobre Noelia, encerró su aliento con un movimiento rápido de sus manos, y levantó su almita, la fue jalando, jalando despacito, hasta que Noelia dejó de respirar. Ya no se escuchaba su llanto suave.
Entonces, con su almita entre los brazos, me miró. Perdóname, me dijo, yo soy así. Y se fue.
Mamá lloró mucho, mucho mucho. Después los años fueron borrando de a poco su dolor.
La muerte es así, blanca y miedosa. Cuando tiene pesadillas, se lleva un niño. Pero es buena, a mí me besó en la frente, y me pidió disculpas. Mi mami siempre dice que para ser angelito hay que aprender a pedir perdón.
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