lunes, julio 31, 2006

Traición y vacío

Abandoné a cuerpo en la furia de un predador. Mientras era despedazado, cuerpo me miraba con sus grandes ojos tristes y me tendía la mano. Ten piedad murmuraba dulce, no a los colmillos insaciables, no al pelaje hirsuto y áspero. Ten piedad murmuraba con su pequeña esperanza puesta en mí.

Perdida en alguna esquina, enredada en silencios, yo fui apenas una sombra encogida. A pesar del horror, no podíamos dejar de mirarnos.

El vacío fue nuestro cobijo. Cuando todo ha sido horadado, la herida es como una madre sabia que nos ilumina y nos guía.

Pero ahora, cuando creímos que ya todo había transcurrido, descubrimos distancias que no sabemos llenar. La carne arrancada no regenera.

Ten piedad le imploramos cuerpo y yo, abrazadas, al vacío. Pero nuestra madre, la herida que nos parió, apenas nos mira y sonríe, triste.

Sólo sabe sangrar.

5 Comments:

Blogger un ciclista said...

Uno quisiera acompañarte, pero puede.

6:19 p.m.  
Blogger Claudia, hija de Matilde said...

Hay viajes que una debe realizar sola, pero las almas compañeras son las señas que una planta en el camino, y que permiten retornar.
Gracias Ciclista.

5:13 p.m.  
Blogger un ciclista said...

Lo que son los lapsus, Claudia. Yo quería poner que aunque uno quiera acompañar hay lugares adonde NO puede acompañar. Salió otra cosa. Sí, también hay, debería haber lugares adonde se puede ir con la otra gente, los demás. Hay. Ay.

R.

7:18 p.m.  
Blogger Claudia, hija de Matilde said...

Ciclista, siempre te leo. Siempre me abismas. La cotidianidad es así, no? Y mirar desde la bici es mirar otro mundo. Cuántos mundos habrá que ni pensamos.
El tuyo me gusta.

5:42 p.m.  
Blogger un ciclista said...

Octubre 27, 2006. No puedo, no me sale una respuesta a este mensaje tuyo que en su momento no leí.

Quiero conocerte, Claudia.

R.

6:56 p.m.  

Publicar un comentario

<< Home