Él mismo
Antes era distinto, estaba mi hermano; yo me decía: “Está ya él, que piensa”, y yo me ocupaba de vivir. El signo del cambio de las cosas para mí no ha sido ni la llegada de los austrorrusos ni la anexión al Piamonte ni los nuevos impuestos o yo qué sé, sino el no verlo ya a él, al abrir la ventana, allá arriba en equilibrio. Ahora que él no está, me parece que tendría que pensar en muchas cosas, filosofía, política, historia, sigo las gacetas, leo los libros, me rompo la cabeza con ellos, pero las cosas que quería decir no están allí, es otra cosa lo que él pretendía, algo que lo abarcase todo, y no podía decirla con palabras sino sólo viviendo como vivió. Sólo siendo tan despiadadamente él mismo como fue hasta su muerte, podía dar algo a todos los hombres.
El barón rampante, Ítalo Calvino, 1957.
El barón rampante, Ítalo Calvino, 1957.
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