Consuelo
Los mismos hombros gruesos que yo ya conocía. La piel firme y vasta, que ya he abrazado. Sus manos calientes en mi espalda, tal como las recordaba. Hacía tanto no lloraba en su regazo.
Estaba sentada en frente, sabía que me miraba e intenté contenerme, pero no pude. Lloré. Y me dijo ‘a ver, qué pasa, venga acá, venga conmigo’. Su cuerpo, su abrazo. Enumerar mis penas, mis miedos; no todos, solamente los inmediatos, que a veces suelen ser los más arrasadores. ‘Hay días así, en que todo sale mal’ me dijo, y mi nariz en su cuello, qué placentero es llorar en este cuello. ‘A ver, pongamos en orden las cosas, qué es lo primero’. Y me ayudó, fue conmigo a mi lado, por la calle, y fuimos conversando, mis ojos todavía rojos, y habló por mí.
Estos caminos míos, no los ha recorrido. No conoce las ausencias que me habitan. Pero sigue teniendo el mismo olor, mi madre. Y cuando mi madre me consuela, hay algo en su voz que hace más fácil desatar los nudos. Desatar los nudos, para desplegar otra vez las velas.
Estaba sentada en frente, sabía que me miraba e intenté contenerme, pero no pude. Lloré. Y me dijo ‘a ver, qué pasa, venga acá, venga conmigo’. Su cuerpo, su abrazo. Enumerar mis penas, mis miedos; no todos, solamente los inmediatos, que a veces suelen ser los más arrasadores. ‘Hay días así, en que todo sale mal’ me dijo, y mi nariz en su cuello, qué placentero es llorar en este cuello. ‘A ver, pongamos en orden las cosas, qué es lo primero’. Y me ayudó, fue conmigo a mi lado, por la calle, y fuimos conversando, mis ojos todavía rojos, y habló por mí.
Estos caminos míos, no los ha recorrido. No conoce las ausencias que me habitan. Pero sigue teniendo el mismo olor, mi madre. Y cuando mi madre me consuela, hay algo en su voz que hace más fácil desatar los nudos. Desatar los nudos, para desplegar otra vez las velas.
1 Comments:
Yo siempre he dicho que las madres desatan los chenkos más jodidos.
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