La punzante costumbre
Un hombre la llamó mientras almorzaba. Ese hombre que ella dijo una vez que había amado. La llamó por cualquier excusa, un día cualquiera, porque estaba solo. Porque hubo un momento en que quizá pensó que se podía retroceder.
Ella, cuando recibió la llamada, estaba rodeada del ruido de los niños, que siempre discutían al comer. Tuvo que esforzarse para escucharle, y al otro lado también él debe haber escuchado las otras voces.
Hablaron poco. Se preguntaron las cosas que suele preguntarse la gente que solamente se encuentra de vez en cuando. Ella prometió que le escribiría, proponiéndose realmente hacerlo (por la tarde lo olvidó totalmente, y al final no lo hizo) y él le pidió que sí, que lo hiciera.
Sintió cariño por él. Después de todo, era un hombre indefenso. Estando con ella, no había sabido dejarse acompañar. Teniéndola a ella, no había logrado jamás vencer la punzante costumbre de la soledad.
Ella, cuando recibió la llamada, estaba rodeada del ruido de los niños, que siempre discutían al comer. Tuvo que esforzarse para escucharle, y al otro lado también él debe haber escuchado las otras voces.
Hablaron poco. Se preguntaron las cosas que suele preguntarse la gente que solamente se encuentra de vez en cuando. Ella prometió que le escribiría, proponiéndose realmente hacerlo (por la tarde lo olvidó totalmente, y al final no lo hizo) y él le pidió que sí, que lo hiciera.
Sintió cariño por él. Después de todo, era un hombre indefenso. Estando con ella, no había sabido dejarse acompañar. Teniéndola a ella, no había logrado jamás vencer la punzante costumbre de la soledad.
1 Comments:
Y vos, estando con él, ¿supiste dejarte acompañar? Teniéndolo a él, ¿lograste vencer la punzante costumbre de la soledad?
Pregunta y respuesta para vos, sólo para que pensés...
Publicar un comentario
<< Home