Zorro o comadreja
Tom miró. Una luz brillante se acercaba por la colina.
-No hacemos nada malo –dijo-. Sólo estamos aquí sentados, no hemos hecho nada.
Muley soltó una risita aguda.
-¡Ya! Nada más por estar aquí ya estamos haciendo algo. Hemos entrado en una propiedad y eso es ilegal. No nos podemos quedar. Llevan dos meses intentando cogerme. Mirad. Si lo que viene es un coche, nos echamos al suelo entre el algodón. No tenemos que ir lejos. Y entonces, ¡que traten de encontrarnos! Hay que buscar en cada surco por separado. Simplemente, mantened la cabeza baja.
-¿Qué te ha pasado, Muley? –exigió Joad-. Nunca estuviste hecho para correr y esconderte. Antes resistías.
Muley contempló las luces que se aproximaban.
-Sí –contestó-. Antes resistía como un lobo, ahora resisto como una comadreja. Cuando vas de caza, tú eres el cazador y eres fuerte. Nadie puede vencer a un cazador. Pero cuando eres el cazado, entonces es diferente. Cambias. No eres fuerte: puedes ser fiero, pero no fuerte. Llevan mucho tiempo ya intentando cazarme.
John Steinbeck, “Las uvas de la Ira”
-No hacemos nada malo –dijo-. Sólo estamos aquí sentados, no hemos hecho nada.
Muley soltó una risita aguda.
-¡Ya! Nada más por estar aquí ya estamos haciendo algo. Hemos entrado en una propiedad y eso es ilegal. No nos podemos quedar. Llevan dos meses intentando cogerme. Mirad. Si lo que viene es un coche, nos echamos al suelo entre el algodón. No tenemos que ir lejos. Y entonces, ¡que traten de encontrarnos! Hay que buscar en cada surco por separado. Simplemente, mantened la cabeza baja.
-¿Qué te ha pasado, Muley? –exigió Joad-. Nunca estuviste hecho para correr y esconderte. Antes resistías.
Muley contempló las luces que se aproximaban.
-Sí –contestó-. Antes resistía como un lobo, ahora resisto como una comadreja. Cuando vas de caza, tú eres el cazador y eres fuerte. Nadie puede vencer a un cazador. Pero cuando eres el cazado, entonces es diferente. Cambias. No eres fuerte: puedes ser fiero, pero no fuerte. Llevan mucho tiempo ya intentando cazarme.
John Steinbeck, “Las uvas de la Ira”
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