Asamblea Provisional Autonómica
Pensando que ya todo había concluido, los camarógrafos rompieron el protocolo. Apresurados, invadieron la respetabilidad de los asambleístas y se les encimaron cámara en mano, para conquistar la imagen histórica: los valientes de la directiva con su estatuto. Ellos posaron, ilustres y memorables. Pero los provincianos, los de las sillas comunes, casi les estropean la fiesta. Que salgamos con el estatuto a la plaza, que iniciemos el festejo. Pero ellos no, claro, el festejo tenía que ser el día acordado. Los hambrientos debían esperar hasta el sábado, cuando hasta ellos llegara oronda una comitiva y los redimiera del ayuno. Debieron entonces ordenar la casa. Pero los camarógrafos, torpes y numerosos frente a ellos, interrumpían el debate. “Señores periodistas, por favor”. ¿Y a dónde podían irse los periodistas? ¿Y cómo se iban a retirar? ¿Y si el de mi lado no se aparta, por qué yo? “Señores periodistas, por favor”. Pero los señores nada. “Por favor…”. Entonces ellos, no encontrando nada mejor, cámaras al hombro, fueron doblando las rodillas, buscando cuidadosos el suelo, apoyando sus rodillas al suelo. Y como si hubieran estado predestinados a delatarse, ahí quedaron absolutamente todos los periodistas, hincados, más que hincados, ante esos pocos iluminados que finalmente pudieron hacer las cosas como les habían dicho que debían ser hechas.
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