miércoles, julio 14, 2010

Dejar de existir

Esa noche, en la calle atestada de comercio y gente, había visto a aquel joven delgado y moreno moverse casi espasmódico. "Que bailen las chicas" saliendo de un aparato apoyado en un taburete detrás de él. La ropa de pobre intentando ser ropa de moda, un micrófono que no funciona en su mano, a pesar de lo cual grita palabras desde su garganta seca, siguiendo las palabras que salen de la cumbia. Baila. Bate su cabeza. Dice cosas mientras el gentío sordo pasa. Anima la calle. Desde un paño rojonegro en el piso, espera que le paguen que le regalen que le reconozcan que le escuchen que. Media cuadra antes, un hombre balbucea aaa de vez en cuando. Su grito rompiendo el murmullo cada tanto. Vende algo: cosas.

Esa noche era lo atestado, lo bullicioso, contrario al silencio, pero igual. Era el joven que podía dejar de existir batiendo la cabeza inútil. Todo en él vulnerable (y por eso imbatible).

1 Comments:

Blogger Unknown said...

Mínima en su extensión, pero inmensa en su calidad y su amor esta muestra de tu prosa, querida Clau.

1:36 p.m.  

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