viernes, agosto 04, 2006

Los besos

Esta noche me recosté junto a cuerpo, que yacía inocente mirándome. Era blanca la almohada bajo su cabeza, y me antojé de acariciar sus cabellos. Fueron entrañables aquellas lenguas escarlata entre mis dedos.

Tiene las muñecas delgadas, cuerpo; yo besé las dos ahí, en ese preciso punto donde anidan las venas que las mujeres cortan cuando se quieren suicidar. Al hacerlo fui delicada, porque ella está todavía sensible, como una laguna al amanecer. Era como hundirse en el agua estar nuevamente juntas, bajo las mantas de mi cama cuerpo y yo. Nos miramos en silencio y luego nos besamos en la boca. Un beso de nostalgia y encuentro.

Transcurrió tibia y mansa la noche.

Cobijadas en el círculo secreto, no dijimos nada: a veces no es necesario hablar. Bastan la presencia y el abrazo, porque los abrazos también tienen cosas para contar.

Ahora que cuerpo ha regresado, estamos empezando a encontrarnos. Ya vendrán otros días, con sus cargas y asperezas. Pero nos encontrarán livianas y dispuestas, porque ya nos dimos el primer beso.

Y nosotras sabemos que los besos son la forma más amable y sabia de convalecer.