Mirando las nubes (2)
Pareciera haber más cielo en la Cristóbal de Mendoza. Entre la rotonda del canal Isuto y el Cristo Redentor, como si obedeciendo un desconocido embrujo, nuestros ojos se abrieran. Quizás porque la avenida empieza a subir lentamente; quizás porque de un lado no hay edificios ni antenas; o porque en el centro hay árboles sinuosos y frescos, se ve todo más verde. Y de fondo, azul.
Son caprichosas las nubes en la Cristóbal. Ayer, por ejemplo, sobre un cielo índigo algunas tormentosas, negras, en primer plano. Detrás de ellas, como cuidándolas, otras más gordas y claras. Más arriba, en lo despejado y por debajo del camino de aviones, algunos jirones de nube dispersos, apresurados atravesando el cielo.
Usualmente llego ensimismada al canal. Pero después, a poco de haber tomado la avenida, se instalan mis ojos allá arriba, en esa altura desplegada y absoluta. Entonces se acuerda una que hay cosas gigantescas y perecederas. Retoman su tamaño los hombres y sus imprecaciones. Son tal vez nimiedades las plazas y su historia.
El cielo en la Cristóbal de Mendoza, y todo es devuelto a su lugar.
Son caprichosas las nubes en la Cristóbal. Ayer, por ejemplo, sobre un cielo índigo algunas tormentosas, negras, en primer plano. Detrás de ellas, como cuidándolas, otras más gordas y claras. Más arriba, en lo despejado y por debajo del camino de aviones, algunos jirones de nube dispersos, apresurados atravesando el cielo.
Usualmente llego ensimismada al canal. Pero después, a poco de haber tomado la avenida, se instalan mis ojos allá arriba, en esa altura desplegada y absoluta. Entonces se acuerda una que hay cosas gigantescas y perecederas. Retoman su tamaño los hombres y sus imprecaciones. Son tal vez nimiedades las plazas y su historia.
El cielo en la Cristóbal de Mendoza, y todo es devuelto a su lugar.
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