Durmiente y sandía
Era grueso el tronco del molle, nosotros a sus pies. Ahí pasó uno de esos carritos empujados por alguien con un altoparlante, ofreciendo fruta. Era mediodía y habíamos pasado calor. Una sandía, toc toc, la que más suene a hueco. El cuchillo del ventero la partió. Y luego ¿cómo la comemos? No traemos cortaplumas, ni cuchara, ni nada. A la tienda: no, no tengo cucharillas de plástico. ¿Y de usted tampoco tiene? Un rato, voy a ver (vio); y trajo una.
Vuelvo a la plaza, dormido el ciclista. Se despierta por ratos, come. Después duerme del todo, y yo, sentada sobre el pasto, las piernas cruzadas, me como la fruta roja y jugosa, mientras lo miro durmiente.
Vuelvo a la plaza, dormido el ciclista. Se despierta por ratos, come. Después duerme del todo, y yo, sentada sobre el pasto, las piernas cruzadas, me como la fruta roja y jugosa, mientras lo miro durmiente.
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