Festival de poesía en las calles (La Paz)
El día
Para Blanca Wiethűchter
El día es un rito unánime renovado
en el tiempo
con sus sucias artes
sus imperios
su imbatible hermosura.
Llega con la madrugada
golpea el nudo frío de las campanas
y se abraza a la mañana
en el ascenso de las gotas que se
desvanecen.
Lenta
precisa como un mago
se desliza la gasa de una niebla sin origen
colgándose de los altillos
amotinándose entre la soledad
y la ensoñación de los transeúntes
en la hora exigua del día.
El día cae sobre las calles
se inclina sobre las pisadas frescas
de los pájaros
y se estremece entre los árboles perpetuos
que rasgan la ciudad con su aire de ceniza.
Solo entonces se percibe tu aliento
bajando desde alguna morada
escurriéndose entre las manos de
tus hijas
en el alba efímera
aunque tú bien sabes que el tiempo
es más que sólo tiempo
que las cuerdas y las retamas que
lo yerguen
se destrenzan infinitas
que el fuego lo esculpe lo esculpe es sólo
el humo
con que el amor desteje su memoria.
Yo te invito a dejarte vagar por este inicio
de tules matinales
que se rozan sin tocarse
hasta desaparecer en la vigilia
a ver si entonces
acechada por la alquimia
de las luces descendentes
sosiegas tu cintura en lo que quede
del día
para reconocerte ligera y fugaz
en el epílogo de la hierba
como una brisa.
Para Blanca Wiethűchter
El día es un rito unánime renovado
en el tiempo
con sus sucias artes
sus imperios
su imbatible hermosura.
Llega con la madrugada
golpea el nudo frío de las campanas
y se abraza a la mañana
en el ascenso de las gotas que se
desvanecen.
Lenta
precisa como un mago
se desliza la gasa de una niebla sin origen
colgándose de los altillos
amotinándose entre la soledad
y la ensoñación de los transeúntes
en la hora exigua del día.
El día cae sobre las calles
se inclina sobre las pisadas frescas
de los pájaros
y se estremece entre los árboles perpetuos
que rasgan la ciudad con su aire de ceniza.
Solo entonces se percibe tu aliento
bajando desde alguna morada
escurriéndose entre las manos de
tus hijas
en el alba efímera
aunque tú bien sabes que el tiempo
es más que sólo tiempo
que las cuerdas y las retamas que
lo yerguen
se destrenzan infinitas
que el fuego lo esculpe lo esculpe es sólo
el humo
con que el amor desteje su memoria.
Yo te invito a dejarte vagar por este inicio
de tules matinales
que se rozan sin tocarse
hasta desaparecer en la vigilia
a ver si entonces
acechada por la alquimia
de las luces descendentes
sosiegas tu cintura en lo que quede
del día
para reconocerte ligera y fugaz
en el epílogo de la hierba
como una brisa.
De Juan Carlos Orihuela, leído bajo una cúpula de adobe, hoy.
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