domingo, noviembre 04, 2007

Quedate conmigo

Yo sabía el secreto de la suerte sin blanca. ‘Bazar’ le decían y colgaban la ropa usada pegada con alfileres a una tela la colgaban de la pared. Pantalones remendados blusas rojas chompas de invierno alfilereados en lo alto. Un número para cada uno. Yo sabía ese secreto. Mamá llamando a sus amigas recolectando la ropa. Una vez fueron las blusitas de una niña que había muerto. Ya eran varios años de aquello y había seguido guardada la ropa (¿qué tienen las cosas de uno?). Varios años hasta que se pudieran abrir esos cajones vaciar esos cajones entregarle a madre lo que había estado en esos cajones. Ropa de niña muerta colgada de los alfileres. Debajo de aquella tela chupetines chicles galletas (qué poco guarda uno en los recuerdos), la olla de chocolate caliente a un costado. Un peso el ticket. Yo quería el chocolate. No quería la ropa. Yo quería el chicle. No quería la ropa. A Male le sale una blusa, que devuelve pronto a la tela. La ropa es para los zafreros. Eso no lo sabía, pero así había sido que los zafreros llegaban una vez al año y se organizaba el bazar. Madre y las esposas de los empleados permanentes. Las esposas de los vaqueros de los ordeñadores de los tractoristas de los mecánicos.

Lleno el campamento, papá con botas a caballo mirando desde arriba el brillo de los machetes el brillo de las espaldas la mano en su cintura el caballo más lindo papá en los cañaverales. Un peso el ticket, en noche de día de pago se acomodaba el bazar. Un peso el ticket compraban los zafreros pagando con su plata nueva yo no hablaba con ellos llegaban y después se iban. Esa noche el bazar lleno porque querían llevarse la ropa la ilusión de que le toque una ropa (usada la niña está muerta). Plata para la navidad de los empleados de mis padres la mía. El dinero de los numeritos del bazar (yo escribía los numeritos cientos de numeritos eran lindos mis números) para comprar regalos para los hijos (jugaba con esos niños compartíamos las mosquitas en la cara con esos niños no con los zafreros) de los empleados que no se iban nunca. Antes de navidad, una tarde bajo un árbol con esos niños con esas mujeres (Elena siempre limpia digna elena morena) chocolate caliente juguetes. Después, en nochebuena en mi casa en la sala con el arbolito de luces la navidad de verdad con regalos de verdad con juguetes más lindos.

Yo sabía ese secreto sabía que algo no encajaba en todo eso lindo. También sabía de la lascivia cuando alguien me tocaba yo era niña pero angustiaba el peligro del otro. Sabía de los ojos hielo de capataz a caballo sobre mí cuando me olvidaba los periódicos. Sabía que unos usteaban y otros eran ‘vos’. Los ‘vos’ siempre se sacan el sombrero rodeando el sombrero con la punta de los dedos gacha la cabeza ‘usted’ en la boca.

Pero nunca lo dije nunca me lo dijeron. No me enseñaron las palabras para decir eso que no encajaba en lo lindo de la leche recién ordeñada las manos callosas de la obediencia de un hombre grande que obedece.

Esmerándome con los numeritos sin las palabras de decir los numeritos se me fueron entrando. Penetran las cosas se entran en el cuerpo las cosas por qué nos cambian.

Escribiendo los numeritos contando en orden el orden aprendí el orden sin las palabras de preguntar de decir no. No dije no. No digas no puedes decir no.

No puse en las palabras el secreto de la suerte sin blanca fue muriendo en silencio. Lo que no se dice se muere ¿muere? El orden de las cosas en mi cabeza y dejé de sentir la lascivia la mirada de hielo el miedo si olvidé los periódicos la navidad de verdad los zafreros invisibles.

Muerto el secreto hasta que me haces recuerdo (no nos veamos no nos veamos yotequero). Si lo que no se dice se muere entonces yo por eso voy a decir. Quedate conmigo para poder decir.

2 Comments:

Blogger un ciclista said...

Este comentario ha sido eliminado por el autor.

8:28 a.m.  
Blogger Claudia, hija de Matilde said...

Tengo suerte por el hombre que está.

7:33 p.m.  

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