Lo que está en juego
Lo que está en juego quizá no sea solamente la unidad de Bolivia. En todo caso, el tema de la unidad pasa en la actual coyuntura por la consulta de este domingo 4 de mayo, una consulta que se reclama democrática.
Uno mira los árboles por la ventana, escucha el viento que entra por esa ventana, y parecieran menores las rencillas de los hombres. Pero no lo son. Este domingo, por ejemplo, seguirán los árboles verdes y el viento arenoso, pero nosotros estaremos siendo examinados, y con nosotros, la democracia.
Pienso que no se puede hablar de democracia cuando la palabra, aquí en Santa Cruz, ha sido monopolizada por los que tienen más recursos (dinero, conexiones, autoridad, adeptos). ¿Quiénes deciden los temas que nos preocupan? ¿Por qué esos temas en Santa Cruz no tienen que ver por ejemplo con las desigualdades, con los humos de septiembre, con los trabajadores que vuelven al final del día en micro a sus casas?
Cansados del trabajo, con el control en la mano, miramos televisión y pensamos que el control es nuestro. ¿Realmente lo es?
Los que nos informan, los que aparentemente nos miran a los ojos mientras en realidad leen, de una pantalla que nosotros no vemos lo que otros escribieron, lo que ellos nos van diciendo.
¿Acaso le confiaríamos la construcción de nuestra casa a una persona cuyo principal objetivo fuera conseguir de donde sea cemento para hacer la suya? ¿Acaso le diríamos ‘ayudame a hacer mi casa’, sabiendo que esa persona está todo el tiempo ocupándose de sus propios intereses? Si supiéramos que esa persona se relaciona con nosotros sólo para conseguir ese cemento que necesita ¿le confiaríamos lo que nosotros juntamos para nuestra casa? Si ese otro fuera más poderoso que nosotros, sabiendo que no podremos defendernos en caso de que nos abuse ¿igual le confiaríamos?
Y entonces, sabiendo que algunos medios masivos tienen sus propios intereses, si sabemos que esos intereses no son precisamente darnos información, si sabemos que no tenemos control sobre ellos, que no tenemos modo de saber cómo se deciden las cosas ahí dentro, sabiendo que no hay regulación que valga para lo que ellos nos dicen, nos muestran, nos convencen ¿por qué confiamos?
Si para que esto sea una democracia debe haber participación, y si esa participación no está construida con información, con argumentación, con debate en igualdad de condiciones, con medios de información, en fin ¿de qué democracia estamos hablando?
Entonces, ¿acaso no son más ciertos los árboles verdes y el viento que los mueve, que lo que vemos en la televisión?
¿Y nosotros no seremos como esos árboles silenciosos mecidos al antojo del viento?
Pensamos que hacemos historia, cuando en realidad apenas nos dejamos mecer, y no sabemos de dónde viene el viento, ni por qué nos mueve, ni lo que hará con nosotros, si resistimos a su capricho.
Porque este 4 de mayo, lo que está en juego somos nosotros mismos.
Uno mira los árboles por la ventana, escucha el viento que entra por esa ventana, y parecieran menores las rencillas de los hombres. Pero no lo son. Este domingo, por ejemplo, seguirán los árboles verdes y el viento arenoso, pero nosotros estaremos siendo examinados, y con nosotros, la democracia.
Pienso que no se puede hablar de democracia cuando la palabra, aquí en Santa Cruz, ha sido monopolizada por los que tienen más recursos (dinero, conexiones, autoridad, adeptos). ¿Quiénes deciden los temas que nos preocupan? ¿Por qué esos temas en Santa Cruz no tienen que ver por ejemplo con las desigualdades, con los humos de septiembre, con los trabajadores que vuelven al final del día en micro a sus casas?
Cansados del trabajo, con el control en la mano, miramos televisión y pensamos que el control es nuestro. ¿Realmente lo es?
Los que nos informan, los que aparentemente nos miran a los ojos mientras en realidad leen, de una pantalla que nosotros no vemos lo que otros escribieron, lo que ellos nos van diciendo.
¿Acaso le confiaríamos la construcción de nuestra casa a una persona cuyo principal objetivo fuera conseguir de donde sea cemento para hacer la suya? ¿Acaso le diríamos ‘ayudame a hacer mi casa’, sabiendo que esa persona está todo el tiempo ocupándose de sus propios intereses? Si supiéramos que esa persona se relaciona con nosotros sólo para conseguir ese cemento que necesita ¿le confiaríamos lo que nosotros juntamos para nuestra casa? Si ese otro fuera más poderoso que nosotros, sabiendo que no podremos defendernos en caso de que nos abuse ¿igual le confiaríamos?
Y entonces, sabiendo que algunos medios masivos tienen sus propios intereses, si sabemos que esos intereses no son precisamente darnos información, si sabemos que no tenemos control sobre ellos, que no tenemos modo de saber cómo se deciden las cosas ahí dentro, sabiendo que no hay regulación que valga para lo que ellos nos dicen, nos muestran, nos convencen ¿por qué confiamos?
Si para que esto sea una democracia debe haber participación, y si esa participación no está construida con información, con argumentación, con debate en igualdad de condiciones, con medios de información, en fin ¿de qué democracia estamos hablando?
Entonces, ¿acaso no son más ciertos los árboles verdes y el viento que los mueve, que lo que vemos en la televisión?
¿Y nosotros no seremos como esos árboles silenciosos mecidos al antojo del viento?
Pensamos que hacemos historia, cuando en realidad apenas nos dejamos mecer, y no sabemos de dónde viene el viento, ni por qué nos mueve, ni lo que hará con nosotros, si resistimos a su capricho.
Porque este 4 de mayo, lo que está en juego somos nosotros mismos.
3 Comments:
no habia leido algo tan prudente y sereno en muchisimo tiempo.
que lindo que reflexiones asi y que nos muestres esa otra mirada a la realidad.
espero no te moleste que cuelgue tu carta en mi blog. si es asi, dejamelo saber y la sacare.
gracias,
saludos!
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
Hay gente que prefiere ser mecida a ser arrancada de su terruño.
¡Vanidad de vanidades!
(Elías)
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