Ballena blanca
Hubo una vez un hombre que gustaba de espiarme a través de la cortina. Yo lo dejaba. Para él era la transparencia de mi camisón blanco, y el brillo de mis muslos anhelantes. Desde la suavidad de mi cama, dejaba yo entreabiertas la cortina, y mis piernas, para sentir su deseo
como marea.
Una noche, se escabulló por la puerta mal cerrada, y llegó hasta mi cama. Húmedo y transparente, posó su cuerpo en mi vientre. Fue ballena blanca, sin olas, y sin océanos, navegando en mi ombligo.
Siempre fue la misma, su mirada. Mirada de lejos, como si estuviera aún detrás de la cortina.
Se fue cuando mudó la luna.
Dejó en mis oídos su compás de cetáceo adormecido.
Son igual de incomprensibles
las ballenas
y los hombres.
Permanecen sus bufidos en mi ombligo.
La ventana sola, estos muslos tibios.
Y mi cama sin mar.
como marea.
Una noche, se escabulló por la puerta mal cerrada, y llegó hasta mi cama. Húmedo y transparente, posó su cuerpo en mi vientre. Fue ballena blanca, sin olas, y sin océanos, navegando en mi ombligo.
Siempre fue la misma, su mirada. Mirada de lejos, como si estuviera aún detrás de la cortina.
Se fue cuando mudó la luna.
Dejó en mis oídos su compás de cetáceo adormecido.
Son igual de incomprensibles
las ballenas
y los hombres.
Permanecen sus bufidos en mi ombligo.
La ventana sola, estos muslos tibios.
Y mi cama sin mar.
2 Comments:
Claudia, es muy bella la imagen de la ballena como metáfora del cuerpo. Meditar sobre ella, digo sobre la metáfora, sobre la ballena, es fructífero y feroz. La ballena, la cuerpa, la deliciosa y mágica cuerpa que es nuestra morada y nuestro límite inevitable.
Querido, sí, ballena, al estilo de aquellas matronas gruesas y entrañables, inmensamente acogedoras. En este caso, la ballena es él, yo sólo me amparo.
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