miércoles, noviembre 01, 2006

Destrozo

Estábamos yendo a despedirte ¿te acuerdas? De ida al aeropuerto, vos nerviosa, al lado de la ventana. Yo a tu lado. Era de noche, esa parte de la carretera donde ya no hay luminarias a los costados. Las luces de los autos transitan, nos igualan y desaparecen. Hacía calor, me acuerdo. Allí a la distancia, algunas disminuyen la marcha, pero siguen rápidas. Una premonición. Bultos oscuros sobre el asfalto. ¿Lo sospechaste a tiempo? Yo sí. Olor a hierro. Cierro los ojos al borde del espanto. Niego la mirada. El aire apretado en mi pecho. Pero vos no, querida que te ibas, vos miraste todo a través de tu ventana.

Aquellos restos de cuerpo que alguien (un hijo, una madre) debió haber amado, esparcidos por el piso. Estaba roto (un hombre roto sigue siendo un hombre), recientemente roto. En la oscuridad desolada, la velocidad no permitía darse cuenta (‘aquello era un brazo’, ‘Dios mío sus piernas’), querida mía, quizás sólo vos en tu despedida. Lloras, tiemblas (un hombre roto y mi hermanita se va). Amarga tu boca, manos abismadas.

‘Eran sus piernas’ llorabas, yo abrazándote. Pedazos rabiosos de un amado y yo, querida, acordate siempre cuantísimo te quiero.

2 Comments:

Anonymous Anónimo said...

No se si ya te lo había dicho. Realmente me encanta como escribís. Y siento que últimamente tus letras van tomando otro matíz, mayor intensidad, un léxico más descarnado; cada vez mayor fuerza y emotividad en tus escritos.
Cuando ande ausente de poesía me pasaré por aquí.
Ya tengo el link directo desde mi blog, lo cual acorta las distancias :)

7:29 a.m.  
Blogger Claudia, hija de Matilde said...

Sebastián, muchas gracias por esa percepción. Uno de los más grandes miedos de quienes escriben es que se note cuando una se repite.

7:22 p.m.  

Publicar un comentario

<< Home