Simple
Aquél hombre del micro no estaba solo. Sentado, casi chorreado en el asiento, llevaba los primeros botones de la camisa abiertos. Se le notaba el sudor seco en el cuerpo, y tenía manos de trabajar. Sí, deben haber sido pesadas y ásperas (no se puede dejar de sentir el paso de esas manos por el cuerpo). Daban sus ojos la sensación de estar en casa. Junto a él, de pie (mientras el micro sorteaba el calor) una mujer de negro, el cabello clausurado bajo la gorra (mujer de lucha, ésas que gritan consignas mientras avanza la marcha).
Él decía cosas, y al decirlas se dirigía hacia arriba, buscándola. Ella respondía palabras cortas, mirándolo a los ojos (cuerpos acostumbrados a encontrarse). El brazo de ella en un gesto cotidiano, rodeando el hombro cansado, abandonada una mano suya sobre el pecho de aquél hombre (suele ser simple el amor).
Él decía cosas, y al decirlas se dirigía hacia arriba, buscándola. Ella respondía palabras cortas, mirándolo a los ojos (cuerpos acostumbrados a encontrarse). El brazo de ella en un gesto cotidiano, rodeando el hombro cansado, abandonada una mano suya sobre el pecho de aquél hombre (suele ser simple el amor).
3 Comments:
Es que ahí, no en los elaborados gestos que llegan siempre en hora exacta en las determinadas fechas, sino en las cotidianeidades más imperceptibles, es donde reside la esencia del cariño real.
Me encanta tu manera de encontrar, en lo común, lo increíble.
Abrazos festivos.
Es que el amor suele econtrarse en lo más simple y cotidiano, solo que a veces se hace imperceptible.
Que hayas pasado unas felices fiestas con tus tres soles y toda tu familia.
Qué hermoso texto, Claudia, qué ojos los tuyos que ven esa belleza esencial de los momentos que para otros son sólo segundos que pasan en un reloj...
te mando un abrazo de media hora, te extraño mucho.
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