Casa destruída
Mi casa está destruida. Podría ingresar a lo que de mi casa queda, buscar un retazo de nubes en el cielo, y fotografiar los muros derruidos, para decir que alguna vez estuve en la guerra. La semana pasada llovió, y la saliva escurrida de las paredes exacerba ahora el dramatismo de lo inequívocamente roto.
Sin embargo, no nos hemos ido. Insistimos apretujados cada noche en un cuarto mis hijos y yo, flotando juntos nuestros cuerpos dormidos. Al principio me resultaba violento. Como loba, reclamaba mi espacio, un por lo menos mísero espacio donde no existan otras voces, otras manos. Pero mis niños son marea que sube y empapa lo que su instinto le dicta ocupar.
¿Y entonces dónde voy a poner mis cuadernos? Vos también desordenás todo. Ya no tengo espacio para mis zapatos.
La realidad corpórea de mis hijos se explaya, es una gorda egoísta que no está dispuesta a negociar.
Por las noches, cuando decido dormir, siempre hay una respiración caliente, o una pequeña rodilla fuera de lugar que me recuerda mi propio cuerpo, que me convoca a desear yo también el vapor silencioso y denso del sueño.
16.10.2006
Sin embargo, no nos hemos ido. Insistimos apretujados cada noche en un cuarto mis hijos y yo, flotando juntos nuestros cuerpos dormidos. Al principio me resultaba violento. Como loba, reclamaba mi espacio, un por lo menos mísero espacio donde no existan otras voces, otras manos. Pero mis niños son marea que sube y empapa lo que su instinto le dicta ocupar.
¿Y entonces dónde voy a poner mis cuadernos? Vos también desordenás todo. Ya no tengo espacio para mis zapatos.
La realidad corpórea de mis hijos se explaya, es una gorda egoísta que no está dispuesta a negociar.
Por las noches, cuando decido dormir, siempre hay una respiración caliente, o una pequeña rodilla fuera de lugar que me recuerda mi propio cuerpo, que me convoca a desear yo también el vapor silencioso y denso del sueño.
16.10.2006
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