El río
Tengo un hombre que es de agua.
No sólo por su piel, que la tiene suave y grácil. No sólo por su voz, de flujo insondable y ronco.
Mi hombre es de agua, porque se abre para mí, y yo me sumerjo, y él feliz, canturrea conmigo dentro. Así, transparente como el agua, desprotegido como el agua, que se evapora al sol, pasa y fluye mi hombre, estando yo en él sumergida, y acaricia como un agua buena, como esas agüitas que brotan pequeñas y sabias de la tierra, y lavan, y curan.
Cree mi padre, hijo de campesinos, que esas son las mejores vertientes (mi padre se inclina, de cuenco sus manos, y bebe, y al incorporarse sonríe ‘¿querés?’ me dice, yo pequeña lo miro).
Mi hombre es río, y yo, que añoro ser agua, de cuenco mis manos, beso el torrente bebo el impulso. Un río me ama.
Soy somos dos y uno (mar).
No sólo por su piel, que la tiene suave y grácil. No sólo por su voz, de flujo insondable y ronco.
Mi hombre es de agua, porque se abre para mí, y yo me sumerjo, y él feliz, canturrea conmigo dentro. Así, transparente como el agua, desprotegido como el agua, que se evapora al sol, pasa y fluye mi hombre, estando yo en él sumergida, y acaricia como un agua buena, como esas agüitas que brotan pequeñas y sabias de la tierra, y lavan, y curan.
Cree mi padre, hijo de campesinos, que esas son las mejores vertientes (mi padre se inclina, de cuenco sus manos, y bebe, y al incorporarse sonríe ‘¿querés?’ me dice, yo pequeña lo miro).
Mi hombre es río, y yo, que añoro ser agua, de cuenco mis manos, beso el torrente bebo el impulso. Un río me ama.
Soy somos dos y uno (mar).
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