miércoles, enero 04, 2006

El rito

A veces mi cuerpo se abre
para guarecer a un hombre
(hay hombres que arriban
sensibles / gigantes / perdidos).

A veces también confundo
ternura de vientre con verdad
(esa extraña costumbre que tienen
de desaparecer los hombres).

Mientras están, a veces no consigo
atrapar de su cuerpo los olores, el sabor.
Apenas puedo, cuando se han ido, reconstruir
su transcurrir de jadeos y mi deseo.

Se me da por pensar que la sangre
(puntual y cumplida) refleja
el atávico instinto de lavar
esa sombra, esa saliva.

Agotado el rito debo recorrer, ciega,
los punzantes días entre esa piel y mi olvido
(hay hombres como ángeles
que dejan hambre de luz y suspiros).

Pero la ceguera es corta
y se diluye, ingenua, la ilusión
de domar el conjuro, mi destino.

El cuerpo no olvida:
el cuerpo permanece, por siempre, nido.