Me aborrezco en el papel de madre: ‘andá bañate’, ‘terminá tu comida’.
‘¡No grites!’, gritando.
Hacerles entender, algún día, que este mal humor no es por ellos específicamente, sino porque detesto tener que ocuparme, tener que inmiscuirme en todos esos pequeños espacios y asuntos íntimos de otras personas, que casualmente son ellos. Como si por ser madre me viera constantemente forzada a multiplicar por tres la interminable y estéril repetición de la cotidianidad.