jueves, noviembre 30, 2006

Es un árbol

De entre los otros niños surge Ernesto, y es un árbol. Luminoso por sobre todas las cosas, va mi hijo con sus ramas en la cabeza, recorriendo el escenario que queda más abajo que nosotros. ¿Qué Ernesto vas a ser Ernesto? le pregunté alguna vez, cuando él todavía no sabía ensayar respuestas. Ahora, a medio camino entre niño y hombre, es ésto: un árbol.

Sopla como viento la música desde los altoparlantes y mi hijo, temeroso de que las hojas se resbalen por su cabeza, danza. El cuerpo a un lado y luego al otro, gracioso en su inocencia, sin darse cuenta del baile perfecto, pensando que en realidad es la brisa la que lo lleva.

Ernesto, el más alto. Podría correr las escaleras hacia abajo, y abrazarle. Podría gritar enajenada ése es mi hijo. Pero él baila y mueve sus ramas, sonríe levemente y es hermoso. Todo es fácil.

¿Qué Ernesto vas a ser, Ernesto? Ernesto de los mapas, de los versos bellos, nunca pensé que fueras a ser árbol. Nunca pensé, amado Ernesto, que de mi cuerpo pudiera salir, como semilla, un hombre de ojos brillantes, de corazón bueno.

miércoles, noviembre 29, 2006

callar

decir las cosas es quemarlas

lo que se ha metido por mis ojos
lo dicho y escuchado
lo visto y sus manos
ha sido como flotar en medio de un agua
y flotando mirar
las nubes que avanzan descolgadas del cielo
grita alguien a lo lejos
en el chapoteo íntimo del agua

el mundo es líquido

y una misma ocurriendo
en el fluir lento liviano -toda cuerpo-
entre vapores y olas
diminutas

decir las cosas es quemarlas

¿De qué se trata la vida?

Todo es blanco.
En esta carona raída pero roja y naranja y verde, floto. A través de la ventana, la noche, arrastrando enaguas de seda.
A horcajadas sobre sus piernas, recostada en su pecho, pienso ‘un lugar en el mundo’. Podría ser éste, para siempre.
Después preguntaré ¿de qué se trata la vida?
(subsiste en la felicidad el abismo).
Desafiado, ensaya respuestas. Acorrala palabras y seduce, las enlaza y me las trae. No alcanza (quiere hacerme creer que sabe, pero no). Bosteza la noche en su transparencia.
Más tarde, él ríe y parece venir de lejos y de hondo su risa.
Un lugar en el mundo.

¿De qué se trata la vida? quizá lo sepa la noche (pero se ha dormido)
abrirme el pecho y zambullirnos dentro
podría ser
para siempre.

viernes, noviembre 24, 2006

urgencia

insiste despierto
busca dónde late el animal
cuenta los días los años
urgido
lo dice todo – o lo que puede –
lo que le cabe en la boca

persigue rastro y huella
convoca aquél gruñido
gemido ausente ya
y sin embargo cierto

palabras
de oscuro y de feroz
de sendero y de sol
agota el aliento

luego
tranquilo el cauce
me busca
se pierde en mi axila
reposa

lunes, noviembre 20, 2006

Dos que se entienden

Parece realmente fácil cuando sucede.

Porque cuando realmente sucede,
es fácil.



(buscando respuesta para Valentina)

domingo, noviembre 19, 2006

Retornar

¿acaso va una dejándose en los abrazos?
fue bien querido mi cuerpo
digo bien querido como un milagro
no poseído ni explorado ni conquistado
sino querido como acariñado
este mi cuerpo plácido y extenso
(lo miro mirarme:
un hombre construye su recuerdo de mí)

ahora de noche
(estará él bajo aquél árbol de tres brazos)
cuerpo silente aquietado
no vuelve sus ojos hacia mí
dime algo le pido pero calla
como nostalgiando una plaza
(una fuente una mirada)

¿acaso te quedaste allí?
(una boca una voz)
cuerpo niño estabas tan solo
(la yema de sus dedos sobre mis ojos)
te dije
yo descansaré tus pies de no encontrar
(un hombre insomne que anota)

cuerpo silente en el pretil de la acera
ven vamos a descansar
los brazos abrazando las piernas
(anota enjambre manada tempestad)
cuerpo mío ansiando ferviente
por la plaza
verlo llegar

verse llegar
(recuperar)

jueves, noviembre 16, 2006

161106

él convoca:

claudia mía, dice

entera y mansa yo
acudo

miércoles, noviembre 15, 2006

José Luis

El cuarto de los quesos estaba detrás de la casa, junto al cuarto de guardar las monturas. Ambos tenían el techo bajo, una ventana pequeña y el interior húmedo y oscuro. No me gustaba entrar allí, a ese olor de leche rancia. Todo lucía torpe y descuidado. Una lavandería, o dos, derruidas, con las tripas de cemento al descubierto, y objetos que no podía entender.

Jorge Flores se llamaba el que hacía los quesos. También era jardinero. Tenía un hijo cojo, José Luis. A veces jugábamos con él. Estaba poblada de pecas su piel clara, y le faltaban dientes al reír. A todos nos faltaban dientes, pero por algún motivo los suyos parecían más ausentes. Al hablar, tropezaba con las palabras, como si la lengua se resistiera a los caprichos de las ere, a las delicadezas de la i. Él arremetía apresurado, a pesar de todo, y nosotros debíamos terminar de imaginar lo que él se había saltado.

Una vez, sentados en el pasto junto al pedrosegundo, vino su padre furioso a buscarlo, blandiendo un palo en la mano. Desde sus moretes, ya habíamos intuido desde antes aquellos ojos de ira, aquellos gritos rudos. José Luis huyó grotesco, con la pierna tiesa sorprendida, el cuerpo balanceándose exagerado (izquierda derecha resuello izquierda derecha el esfuerzo izquierda derecha enajenado), llorando de miedo.

Después volvería su cuerpo agraviado, la mirada silente, el rostro para siempre retraído.

De niña, yo podía reconocer de lejos el beso inexorable de la tristeza.

martes, noviembre 14, 2006

Desgarra

Debe haberme olido antes de llegar. En cuanto me ve, viene hacia mí. No entiendo el gesto, y cuando él se lanza, yo corro. Intento huir. Me persigue. Quiere tomarme. Escucho su agitación enchinando mi columna vertebral. Cada vez más cerca, más feroz.

Cuando ya vencida me alcanza, ataca: me tira al piso y agrede sin piedad. Arranca mi ropa, desgarra mi piel. Encaja los dientes. Muerde y tritura.

Después, cuando yo no esté, relamerá mi sangre en su boca. Dirá que no le importa.

Que no me extraña.

Perdida en sábado

Transita las calles solo, contenido en su piel de agua (demasiado cemento para un hombre animal).
Dónde estará: es tan grande esta ciudad de niños huérfanos.

Atravieso mercados buscando canciones.
Cuando lo presienta, cuerpo pensará estar a salvo, y se lanzará a cantar.

Instante

Vamos a hacer una raya y dividimos esta página en dos, mientras él corta con los dientes hojitas de coca y habla de C.
Así, cuando esté de vuelta en casa, arropada en los olores de mi almohada, podré mirar esta raya y recordar el instante en que yo dividía la página, mientras él cortaba hojitas de coca y hablaba de C.

sábado, noviembre 11, 2006

un hombre me acontece

no puedo decir
un hombre estuvo conmigo no puedo decir acaso un hombre intenso estuvo conmigo no en mi almohada sus dedos puedo podría dividir los hechos en cajones encerrar separar las cosas en piezas distintas pero este hombre llegó así como un animal y fumaba si pudiera la angustia decir nombrar como se nombran las cosas manos bicicleta camino luminaria nombrar un hombre aguerrido un hombre desbocado un hombre como estampida pero acaso era sólo eso (si fuera) luego esta angustia de dónde sale y el miedo
mi miedo
hace daño daño daño escapa Claudia la ventana
(amanece)
pero me toca me dice te quiero ¿quiero?

lleno de palabras un alguien que escribe vendaval enjambre tempestad marejada
un alguien que pasa ¿qué me pasa? con algo oscuro dentro

hubo uno de luz (la ventana – amanece) que me dijo mejor me voy y se fue pero no fue
lo mejor

un alguien feroz me acontece en superlativo

y no puedo decir
luz
querido: no hay luz

viernes, noviembre 10, 2006

Ya no disfraz

he sido muchas cosas
que en realidad
no soy

reflejo
remedo de alguien
que no se parece
a mí

ahora soy esto:
una mujer que escribe

eso me nombra

y alcanza

miércoles, noviembre 08, 2006

ojalá fuera

por aquel sendero empedrado
se acerca un hombre
(no héroe, no santo, no poeta)
simplemente un alguien con piernas y rostro
se acerca
yo aquí bajo el árbol
rascándome la oreja (hay mosquitos)
se acerca él
entonces yo pienso
aquí bajo este árbol sentada lo observo
y pienso
ojalá fuera éste
(así como es: imperfecto y cotidiano)
desde el pasto, desde el árbol
ojalá fuera éste
el que se acerca
no un hombre sino
mi hombre

domingo, noviembre 05, 2006

Siete preguntas en mi aniversario

Ayer cumplimos un año, esta bitácora y yo. Como todos los festejos que se precien, nos lo pasamos flojeando irresponsablemente. Pero hoy que es domingo y hay viento, aprovecho para compartirles algunas reflexiones fruto de este año de aprendizaje.
Felicidades, muchas felicidades.

SIETE PREGUNTAS DESDE MI INÚTIL ARDOR

1. ¿Cuál es el centro del mar?
No soy fanática de la tecnología, pero cuando supe de las bitácoras, me pasé muchas horas navegando, fascinada por la variedad y la cercanía que proporcionaba la posibilidad de establecer múltiples discursos, libres de aparentes mediaciones que pudieran determinarlos o constreñirlos.
Semanas después, envalentonada, creé mi propia bitácora, pensando, entre otras cosas, que era una oportunidad para tener más lectores.

De eso hace un año. Y ahora me pregunto ¿cuál es el centro del mar? es decir, más allá de las páginas que te permiten abrir tu propia bitácora, el resto es de una pluralidad más que orgiástica. Cualquiera puede tener una. Algunas más leídas que otras, eso sí. Pero la ausencia de un centro todopoderoso parece garantizar acceso libre y satisfacción inmediata.

2. Y cuando no hay centro ¿tampoco hay margen?
Este es un problema de clasificación. Para ubicar un centro, debemos poder diferenciar entre por lo menos dos tipos de elementos: los que pertenecen al centro y los que pertenecen al margen.

En el universo de las bitácoras, esas categorías no existen. No se trata de que hayamos encontrado el remedio a las desigualdades. Se trata de que todos existimos como minúsculas gotas en medio de un océano infinito. Somos por lo tanto tan pequeñas, que es casi imposible que toquemos, influyamos o establezcamos comunicación con quienes están por fuera de nuestra humana y restringida inmediatez.

Es muy probable entonces que al no haber centro todos estemos navegando en nuestro pequeño y limitado margen. Visto desde otro lado, podríamos considerar que cuando no hay centro, todo es margen.

3. Si todo es margen ¿cómo subsiste la diferencia?
Si las bitácoras fueran realmente un universo paralelo, ya hubieran desarrollado sus propios mecanismos de poder, de diferenciación y distanciamiento. Pero no. Las bitácoras forman parte de una organización social que preexiste y que la determina, aunque pretendamos que no.

Nosotros somos el resultado de una cierta estructura social, que desde temprano nos alecciona acerca de qué es lo deseable, lo emocionante, lo valioso, lo importante. Cuando llegamos a las bitácoras, reflejamos y reproducimos en ellas nuestra forma de ver y entender el mundo. No basta tener una casa nueva para de repente ser capaces de habitarla de un modo distinto a como habitábamos nuestra viviendo anterior. En las bitácoras buscamos por tanto lo mismo que buscamos por fuera de ellas: datos históricos, crónicas de viaje, pornografía, recetas de cocina, literatura, novedades tecnológicas, qué sé yo. Y claro, también ordenamos y clasificamos nuestras preferencias de acuerdo a un patrón que no es necesariamente nuevo, sino que lo traemos de otros espacios, anteriores a las bitácoras y sus posibilidades.

La diferencia subsiste entonces, del mismo modo como subsiste en otras partes: comunidades, cofradías, clubes, grupos de interés, etc.

Porque claro, por más variado que sea el menú, nadie puede obligarte a comértelo todo. Lo más probable es que, para vencer la incertidumbre, terminemos comiendo lo mismo que comemos en casa. O por lo menos, lo que sea un poquito diferente. Pero sólo un poquito.

4. Pero si es más de lo mismo ¿cuál es la novedad?
Me parece que la primera novedad es la no restricción. Me habrá llevado media hora abrir mi bitácora. Lo hice en mi oficina, absolutamente sola, sin ninguna aclaración técnica previa. Convengamos que el diseño de mi bitácora es de lo más rudimentario, pero ahí está, activa y saludable.

Puedo rastrear las páginas de otros por palabras de interés, por nombres de autor, por temática, por país de procedencia, etcétera. Es decir, puedo buscar sin límites. Y encontrar, también.
Es gratis. El mantenimiento no demanda dinero. Subsiste sin publicidad. No necesito adquirir software nuevo, ni pagar derecho de uso, ni impuestos.

Además de acceso irrestricto, también puedo comentar las bitácoras de otros. Y si tengo algo de suerte, me contestan.

Puedo acceder de una manera distinta a otras realidades. Es decir, mi conocimiento ya no estará sesgado por las políticas institucionales de los medios, ni por las distancias geográficas, ni por la censura de los gobiernos. Cualquier ciudadano alfabetizado puede describir su país, su coyuntura, o más cerca, sus preferencias literarias, el cuerpo de su amante o los detalles de su bicicleta.

5. Entonces ¿resultó ser verdad eso de que iba a tener más lectores?
Sí y no. Sí, porque Inútil Ardor, que así se llama mi bitácora, es leída por personas que jamás han leído un libro mío.

Y también no, porque siguen operando, en este nuevo escenario, las mismas viejas relaciones de poder que ordenan también otros ámbitos de este nuestro mundo.

Escribo desde Bolivia, un país con casi nulo reconocimiento literario hacia fuera, cuya relevancia se circunscribe casi totalmente a lo que por fuera es leído como nuestras excentricidades políticas. Escribo, en este país ‘curioso’, una bitácora que pretende ser sobre todo poética, lo cual restringe también la cantidad de entradas.

Escribo en castellano. Escribo desde mi ser mujer. No hago comentarios literarios, ni cinematográficos, ni amistosos. No coloco fotos en mis textos. No coloco fotos sexis en mis textos. No lanzo concursos, ni convocatorias, ni hago preguntas a mis (posibles) lectores.

6. ¿Y por qué sigo?
Porque tengo más lectores.

Porque me encanta sentirme acompañada en la escritura.

Porque me fascina que me comenten.

Porque me obliga a mantenerme escribiendo, de forma diaria y compulsiva, aunque no vaya a postear todo.

Porque la necesidad de postear me ha obligado a buscar y encontrar temas que antes no hubiera considerado ni interesantes, ni contables, ni publicables.

Porque el orden cronológico de la bitácora me ha permitido visualizar mi propio proceso de experimentación, aprendizaje y cambio.

Porque me ha abierto un espacio donde subsisto de otro modo: donde voy construyendo de forma cotidiana y casi inconsciente un cierto personaje, en una determinada época histórica, al que le suceden ciertos avatares, a los cuales reacciona de una específica manera.

Porque mi bitácora contiene la constatación pública de mi cotidianeidad como materia literariamente valiosa, y por lo tanto, legítimamente subjetivante.

Porque me permite vislumbrar a través de los comentarios, las experiencias y apetitos de mis lectores, haciéndose también ellos sujetos, al igual que yo.

7. En este océano infinito, discretamente restringido pero inequívocamente múltiple ¿hay brújula posible?
En este poco menos de un año de bitacorera, he pergreñado una brújula casera que, aunque rudimentaria todavía, me ha estado salvando de naufragios y rescatando de tormentas. Mi norte es la honestidad. Sin poner en duda la honestidad de nadie, y sin desmerecer la definición que cada uno pueda tener de ‘honestidad’, para mí, la honestidad en mi específica bitácora pasa por lo siguiente:

Identidad, sexo, nacionalidad, edad y maternidad claras, para dejar constancia de la situación específica desde la cual escribo. Foto incluida.

Textos cortos en la medida de lo posible, porque tengo amigas que leen bitácoras a escondidas del jefe, y no quiero enturbiar sus relaciones laborales.

Textos recientes, porque parto del principio de que las bitácoras, desde su misma naturaleza, giran alrededor de la inmediatez. Colgar textos antiguos, maduros y trabajados, me parece engañar a los lectores (que asumen que uno coloca lo que más recientemente ha escrito), y competir deslealmente con quienes sí postean solamente lo que recién les ha salido del horno.

Renovación constante, que quiere decir por lo menos dos veces a la semana, también en atención a la naturaleza del escenario que me acoge, y por respeto a los lectores que no entran apenas una vez por mes al Internet. Pienso que no postear con cierta frecuencia es como invitar a tus amigos a la casa y ofrecerles el café frío que serviste ayer.

Así, cuando te toque callar por más de una semana, ese silencio también estará diciendo algo, y no será nada más que una simple constatación de tu desidia o de tus múltiples ocupaciones.

No hablar mal de nadie. Y si la rabia o el dolor me carcomen, decirlos, pero sin proporcionar nombres.

No hacer propaganda; ni de mí, ni de nadie, ni de nada.

Postear textos que me provoquen orgullo; es decir, no postear por postear.

Esto es lo que he aprendido. Esto es lo que ofrezco.

Estos son los principios desde los cuales escribo.

jueves, noviembre 02, 2006

Luminiscencia

yo amo a una mujer incompleta
(avergonzada, protege una ausencia)

una mujer con cicatriz
(oculta su herida)

ella es de luz

ella
(toda luz)
dice
que
me
ama
(luz)

miércoles, noviembre 01, 2006

Destrozo

Estábamos yendo a despedirte ¿te acuerdas? De ida al aeropuerto, vos nerviosa, al lado de la ventana. Yo a tu lado. Era de noche, esa parte de la carretera donde ya no hay luminarias a los costados. Las luces de los autos transitan, nos igualan y desaparecen. Hacía calor, me acuerdo. Allí a la distancia, algunas disminuyen la marcha, pero siguen rápidas. Una premonición. Bultos oscuros sobre el asfalto. ¿Lo sospechaste a tiempo? Yo sí. Olor a hierro. Cierro los ojos al borde del espanto. Niego la mirada. El aire apretado en mi pecho. Pero vos no, querida que te ibas, vos miraste todo a través de tu ventana.

Aquellos restos de cuerpo que alguien (un hijo, una madre) debió haber amado, esparcidos por el piso. Estaba roto (un hombre roto sigue siendo un hombre), recientemente roto. En la oscuridad desolada, la velocidad no permitía darse cuenta (‘aquello era un brazo’, ‘Dios mío sus piernas’), querida mía, quizás sólo vos en tu despedida. Lloras, tiemblas (un hombre roto y mi hermanita se va). Amarga tu boca, manos abismadas.

‘Eran sus piernas’ llorabas, yo abrazándote. Pedazos rabiosos de un amado y yo, querida, acordate siempre cuantísimo te quiero.