viernes, abril 27, 2007

Que será todo

Anoche fui al teatro. Hice en total casi cuatro horas de cola, la cola de los sin entrada, la de ‘los que sobran’, como cantaban Los Prisioneros. Detesto hacer fila, pero esta fue divertida: los que estuvimos por la mañana en el Museo de Arte bajo la lluvia (inútilmente), nos volvimos a encontrar después, a la noche. Volcó el sur sobre la ciudad, y nos calentábamos charlando.

Poco antes de que empiece la función, cuando ‘la cortesía’ había entrado casi toda (qué corteses estamos, diosmío), nos repartieron tickets. Yo era 23, y pude entrar.

‘Otra vez Marcelo’, Teatro de los Andes. Sólo esa quería ver. Y la vi.

¿Cómo decirles? Todo estuvo bien, milimétricamente calculado (excepto dos celulares, como siempre, claro). César Brie lleva la obra sobre sus espaldas. Los cuerpos, los objetos, los cuerpos, los objetos, tanta sintonía allí, algo es algo y al momento es otra cosa, porque uno se imagina que es otra cosa: es el espectador el que hace (también) la obra. Eso me gusta, completar el significado. Los cuerpos ágiles. El texto perfecto. Pero... ya me lo sabía. Esa creatividad ya la conozco. Como si no hubiera sorpresa allí, como si el mecanismo desnudo fuera incapaz de densidad, de perfume, de elevación. Es perfecto, pero ¿por qué no?

¿Que vicio es éste el vicio de la sorpresa? O es otra cosa, o es una carne, un aliento ausente, un algo que falta.

¿Qué buscamos en el arte? Y como artistas ¿cuánto hay que dar? ¿Cuánto (cuándo) es suficiente?

¿Que falta? ¿Cómo sé que lo doy todo? Y pregunto: ¿hay que darlo todo? Qué será todo. Será la vida, será el hambre, serán los niños y el futuro de los niños, será el buen sueño, el pan seguro sobre la mesa, la diversidad de ocupaciones / trabajos / preocupaciones / intereses / pasiones. ¿Hay que darlo todo y ser una única sola cosa?

Ellos lo dan todo. Viven recluidos, dedicados exclusivamente al teatro. Pero ¿alcanza?
La vida ¿alcanza?

miércoles, abril 25, 2007

El teatro

Estos días me recuerdo acostada en aquella cama, en algún momento de la noche, hace muchos años. Por fuera de aquella casa de adobes, piedras y cerros. Más allá, un río casi seco. Por las noches, aquél nudo en mi garganta y el recuerdo de una felicidad. Una voz ronca en mis oídos, y el brujo contando de una niña y una laguna. La magia del 'como si', el sueño del escenario lejos, lejos. Ya sabía entonces que había nacido con alas.

Nada puede haber más doloroso, nada me ha sido más punzante que el silencio cuando hay gritos dentro. Nada más tortuoso que la inmovilidad, cuando hay vocación de cielo.

Estos días tengo miedo.

domingo, abril 22, 2007

El río

Tengo un hombre que es de agua.

No sólo por su piel, que la tiene suave y grácil. No sólo por su voz, de flujo insondable y ronco.

Mi hombre es de agua, porque se abre para mí, y yo me sumerjo, y él feliz, canturrea conmigo dentro. Así, transparente como el agua, desprotegido como el agua, que se evapora al sol, pasa y fluye mi hombre, estando yo en él sumergida, y acaricia como un agua buena, como esas agüitas que brotan pequeñas y sabias de la tierra, y lavan, y curan.

Cree mi padre, hijo de campesinos, que esas son las mejores vertientes (mi padre se inclina, de cuenco sus manos, y bebe, y al incorporarse sonríe ‘¿querés?’ me dice, yo pequeña lo miro).

Mi hombre es río, y yo, que añoro ser agua, de cuenco mis manos, beso el torrente bebo el impulso. Un río me ama.

Soy somos dos y uno (mar).

viernes, abril 13, 2007

Insistentes

Todavía le cuelga el cordón, pero insiste. Natalia lo toma, le acomoda para él un hueco entre sus manos. Contenido en el calor de carne, deja de llorar. Un momento. Después sigue buscando, sin saber que lo hace. Es el instinto. Busca la madre y su teta (pero no tiene madre).

A lo largo de la tarde, Natalia inventa formas de acallar la constante queja: papel higiénico, cucharillas, leche (caliente fría) esponja, sus medias, una carona. Todo para calmar esa nada. Van quedando los rastros de su compasión por la casa. Para la noche, lo envuelve, lo abriga, le resguarda un rincón en el patio. Pero él, diminuto y ciego, persiste. Maúlla sin saber que maúlla, se arrastra y vence las barreras amorosas que ella le ha puesto. La convoca por sobre el sueño y la distancia. Natalia acude: zafado de la manta, en medio de un charco frío de agua, una chotota ya rastreó el olor de la derrota en ese huérfano doliente.
Natalia llora. Lo mete a su cuarto, lo arropa. Sigue llegando el frío y él persiste. Deja el abrigo, busca, rastrea incompleto, inútil.

Natalia levanta los ojos y me busca. Pregunta.

Disculpa niña, es tan pequeño este gatito, y es tan grande la muerte.

jueves, abril 12, 2007

ancestro

todos somos herederos

yo heredé la vergüenza de ser
y también el rencor
contra el avergonzado

todos somos herederos

yo heredé la piedra
y el reflejo de mí

una mano se avienta
era mía
¿esa mano?

me heredé
vergüenza y rencor vergüenzayrencorvergüenzayren
rota