sábado, diciembre 31, 2005

sábanas

no hay otro

olor
(sólo el mío)

guarda la noche mis pezones dormidos

lunes, diciembre 26, 2005

Ninguna

ninguna
de las que soy
conoce este camino

puedo caer
al abismo:
no sabremos lamer
no podremos curar
las llagas el hastío

asustadas
de la mano
- pasos tímidos –
las que soy
nos damos ánimo
mentimos

perdidas:
no hay maestro
no hay destino

miércoles, diciembre 21, 2005

súplica

no puedo huir

cuerpo cerrado por
fuera destetada de mi
carne condenada a es-
tar

abrime claudia
la puerta

dejame entrar

jueves, diciembre 15, 2005

Papeles

Hay que tener miedo
de los hombres
que te dejan papeles.

No podrás vencer la tentación
de oler
esos papeles
seguir el trazo oscuro
que su cuerpo
ha ido dejando

el tatuaje de sí mismo

perseguirás
los redondos los ceros
las líneas
la punta curva de las ‘ele’.

Habrá quedado
para siempre
un rastro:
sus palabras
- sueño revolución locura voluntad -
terribles y eternas

el papel
lleno de letras

su vida en trazos:
todo.

Menos él.

martes, diciembre 13, 2005

El guerrero

Lo había intuido
alguna vez lo soñé:
un guerrero con barba.

Oscura su piel de batallas
y desiertos;
labrado de balas e insomnio
su cuerpo;
porfiados los pies en el polvo de todos
los caminos.

Ha llegado él,
con sus mil mujeres.

Ha querido detenerse
abrevar sus caballos
conmigo.

Cuando sus batallas
lo llamen
cuando él vuelva a su
destino,
pensaré:
"No importa.
Ya me late bajo la lengua
el dulce tremor de un guerrero
-dormido-."

jueves, diciembre 01, 2005

Ballena blanca

Hubo una vez un hombre que gustaba de espiarme a través de la cortina. Yo lo dejaba. Para él era la transparencia de mi camisón blanco, y el brillo de mis muslos anhelantes. Desde la suavidad de mi cama, dejaba yo entreabiertas la cortina, y mis piernas, para sentir su deseo
como marea.

Una noche, se escabulló por la puerta mal cerrada, y llegó hasta mi cama. Húmedo y transparente, posó su cuerpo en mi vientre. Fue ballena blanca, sin olas, y sin océanos, navegando en mi ombligo.

Siempre fue la misma, su mirada. Mirada de lejos, como si estuviera aún detrás de la cortina.

Se fue cuando mudó la luna.
Dejó en mis oídos su compás de cetáceo adormecido.

Son igual de incomprensibles
las ballenas
y los hombres.

Permanecen sus bufidos en mi ombligo.
La ventana sola, estos muslos tibios.
Y mi cama sin mar.